Decía el viejo Borges
que nuestro es lo que
hemos perdimos.
Pero algo nos ocultaba,
el juguetón maestro,
lo que se ha ido esconde
más y más con el tiempo
sus secretos.
De a poco se olvidan
los detalles de unos labios,
los colores de los ojos,
las palabras de las cartas.
Es el olvido
el verdadero prodigio de la memoria,
que nos exime de detalles dañinos.
Es la transfiguración de los errores
y fallas del pasado
la tenue panacea que se nos otorga.
Es cierto que pueden ser
meros consuelos
de alguien sin nada,
pero muchas veces sería
imposible dormir si esas
pequeñas cosas no nos abandonan.
No hablo de la muerte,
que es una sombra eterna
en nuestras mentes.
Hablo de ese beso de invierno,
que sofocó el frío
y la resistencia.
Hablo de esos amigos
que nos cambiaron
por el bando enemigo.
Hablo de esa línea
que quizá te justifique
y que decidiste no escribir.
Nuestro es lo que perdimos,
pero nuestros son los olvidos,
aquellos que nos dan libertad
de poder encontrar nuevas cosas
para perder.