Uno comprende
que algo lo cambió
cuando ya no recuerda
cómo vivía antes de conocerlo.
Pasa todo el tiempo,
pero solo lo vemos
si nos tomamos un minuto
y giramos la cabeza hacía lo recorrido.
Si una niebla
nos bloquea la visión
y no reconocemos nuestros pasos,
el camino se volvió el destino.
El resto es inexorable,
puesto que el conocimiento
es el punto de partida
de nuevas preguntas.
Sin embargo,
más de una vez
nos arrastrará la nostalgia
y vacilaremos.
Cómo era vivir
sin ese referente,
sin ese invento,
sin esa sonrisa.