Ella puso el punto final
con la tercera campanada
y dejó atrás un lienzo
en blanco.

Ese tejido está guardado
detrás de una gran puerta
al fondo de miles de pasillos.

Cuando lo descubrí,
el tiempo lo había mancillado
con cruel tiranía.

Sus hilos,
antes paralelos,
se separaban despacio
como un camino que se bifurca.

Desconozco al Minos
que condenó un trozo de tela
a sufrir tal destino,
aunque lo entiendo.

En mi bóveda duerme
un reloj de arena
que cada tanto me recuerda
que tiempo pasa para todo.

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