Nuestros sentimientos,
por varios y confusos motivos
siempre fueron asimétricos.
Vos eras la estrella,
la cantante,
la actriz
o la bailarina.
Yo era esa sombra de persona
que no es capaz
de ser recordada
por nadie más allá
de algún lazo de sangre.
En otro momento,
yo era el escritor,
el luminoso,
el imparable,
ese sueño imposible.
Y vos eras
el papel tirado en la vereda
que la gente patea al pasar.
Nunca coincidimos
y tal vez
no debíamos hacerlo.
Porque ahora,
en el final,
soy esa mancha,
la herida abierta,
un poema aburrido.
Y vos sos esa carta de amor no escrita,
un futuro feliz para un desconocido,
esa rosa que ya no va a marchitarse.