El reloj pierde la cuerda
con el tiempo,
al igual que se gastan
las baterías.
El río se lleva
con la lentitud
de su discurrir
tímidos granos de arena.
Se ha escrito
la línea que te justifica,
o viviste el segundo
que te corresponde.
Lo que queda
es la bendición
que no nos corresponde,
el don que no merecemos.
Pero no somos
capaces de verlo,
no podemos,
no es nuestro talento.
Y pensamos que el reloj
se dará cuerda solo,
que las baterías son infinitas.
Vemos que se deposita
arena en las orillas,
pero ignoramos
lo que va al mar.
Seguimos escribiendo
más allá de lo mejor,
viviendo más segundos
después de los mejores.
No podremos nunca
resistir la tentación
de sentarnos
o buscar
una nueva cima,
ignorando las laderas.
Y nos olvidamos,
sin pena ni tristeza,
que en ellas está la vida.
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