De un libro de guerra
partió una última duda.
El mago miró al Caballero,
que esperaba montado el amanecer.
No fue el sueño de una sola noche,
la derrota esperaba ansiosa
la bandera de su victoria,
ese sol naciente.
No quedaban consejos,
no quedaban bebidas,
las lanzas estaban astilladas
y la magia acabada.
Es un lindo día para morir,
murmuraron al unísono.
Todavía podían escapar,
pero esa palabra siempre estuvo prohibida.
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