Mancha de la historia

Tan fácil se olvidan de nosotros. No hay manera de verlo, no valemos absolutamente nada. Por alguna razón nos sentimos dueños del mundo, que todo estará siempre bien y de un momento al otro, por un capricho, engaño o por algún tipo de mentira el universo parece convertirse en el mismo infierno y no hay cielo que alcanzar.

Podemos engañarnos, decirnos que todo va a ser como antes. Podemos mentirnos y pensar que el error es del otro. Siempre la culpa es de uno cuando no enamora, como decía Benedetti. Los demás, otros escritores, también pasaron por lo mismo. A Borges le dolía una mujer en todo el cuerpo.

De poder reducir todo a un libro, ¿qué tan feliz sería? No es necesario suponer que termina bien, todos vamos a acabar de la misma manera y no habrá ni conocimiento ni riqueza que lo impida. A lo sumo, con suerte, retrasarán ese momento.

Luján maldecía un nombre en silencio y yo la miraba con aprensión. La quería mucho, pero sabía a quién hacían referencia sus insultos y el porqué de la cuestión. No tenía ganas de contagiarme su dolor, al fin de cuentas yo también sufría. Ahora me lo reprocho y lo haré hasta el final de mis días.

Sus ojos me pedían auxilio y miré a otro lado. Salí a caminar para evitarla nuevamente. Me odio. El clima acompañaba y estuve demasiado fuera de casa. Cuánto, no estoy seguro pero mucho. El sol me miraba burlón y yo pensaba en mis problemas ignorando a mi amiga, excluyéndola también de mi mente.

Veneno, pastillas, no importa. Al regresar ya era tarde. Las locuras que se pueden hacer por amor o desamor. Palabras, sólo palabras. Y sin embargo, tanto que duelen, tanto que importan. Tal vez si tocaba su hombro o le decía algo…

Poco después conseguí una beca para irme lejos, esa ciudad estaba llena de memorias. El exiliado recuerda de otra forma, puesto que no puede ver el escenario de sus dichas y desgracias. Con el tiempo todo se distorsiona y no queda nada claro. Un velo cubre los ojos del alma.

Uno se queda en una habitación solitaria, con una hoja y un papel. El número de la puerta no importa, tampoco el idioma natal de la recepcionista, todo es igual para el que no desea volver. Los meses y los años, los sueños y las pesadillas, el cantar de un ruiseñor en Estados Unidos o los Alpes Suizos.

Esta hoja estaba en blanco, yo no tenía nada bueno que contar. Esta hoja estaba en blanco y ahora es una mancha más en mi historial.