Compondrán mis versos, al final, las líneas de tu rostro, de esa máscara que te cubre. Mas no puedes sentirte orgullosa por eso, ni menos aun inmortal. Pues vivirás por siempre en mi memoria y nunca morirás para mí, pero cuando yo muera nada quedará de mi memoria, como tampoco de la del resto de los hombres. Y será entonces como los árabes recitan en sus proverbios y la pobre tinta me sobrevivirá y lo que escriba con ella. Quizá yo haya escrito algo que me justifique, algo que me sobreviva y seré, mientras los hombres caminen por la tierra (y sean capaces de leer) inmortal, pues viviré en ellos. Pero tú, en cambio, sucumbirás conmigo y tu nombre solo será otro secreto, como la protección que cubría a esa antigua ciudad que hoy conocemos como Roma. Acaso seré otro Rómulo, acaso tendré tu nombre conmigo en mi lecho mortal.

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