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Me miras tan sólo un segundo, no puedes sostener más la mirada, estás ocupado. Yo lo entiendo, te entiendo, para ti no hay juegos ni juguetes. Las entrañas se me retuercen y no soy capaz de soportar estar más tiempo allí.
Te veo todos los días, vacilo al intentar acercarme y preguntarte si necesitas algo. No sé por qué hago tal cosa, considerando mi profesión, pero igual, algo me ata. Los perros si se te acercan, festejan tu compañía, pero tú no tienes tiempo para ellos, no hay juegos o juguetes para vos.
Un día me pediste algo que, por distracción o quizá por miedo, no te di, no enseguida. Dude y me odio aún por hacerlo. Hay tantas sombras en nuestras historias, tantos puntos de conflictos, tantos puntos en común. Pero en algún momento el azar me dio a mí la posibilidad de contarte entre mis textos y a vos de no saber leer.
De qué te servirá conocer sobre las bárbaras Cruzadas. Entender que el mejor lugar para la espada es el verso. Pensar en la genealogía de los reyes. Imaginar mundos abstractos incapaces de realizarse, esos que llamamos utopías. Platón no tiene ningún significado, más que el de “plato grande”. Ser humano, demasiado humano, tampoco. El amor de una fulana te será adverso y no soñarás con mágicos Cronopios.
Una moneda, que no es para vos. Un plato de comida que no podes comer, por miedo. Un caramelo que aceptas y escondes. No tenés juguetes ni juegos. La calle puede ser escuela o reformatorio, a veces ambas, a veces el infierno. El frío y el calor, seguramente sabes más de ellos que yo.
En algún lugar hay alguien que se ríe de tu situación, alguien que no es capaz de pensar que tus opciones están contadas desde la cuna. En algún lugar alguien se calla y es cómplice del que se ríe. Alguien te llora en silencio. Dios te espera. El Diablo celebra en lo que nos convertimos. Si mi alma existe, seguro se desvanece al pensar que en tu última noche vas a soñar con comida.