¿Qué hacer cuando el fracaso
no es una opción y se fracasa?
Más allá de los presagios
y las malas interpretaciones.
El día se termina
y con él se escapan
las esperanzas
con todas aquellas cosas
que sólo prolongan
el sufrimiento del hombre.
A algunos todavía nos queda la noche,
tan proclive para la creación artística
en todas sus expresiones.
El dolor es un nuevo hoyo en la tierra,
que la hiere pero sirve para sembrar,
un vacío dispuesto a ser rellenado.
El fruto será la culminación
de una etapa,
de un momento,
el principio de un libro,
de una saga.
Los días lo pulirán
en la memoria de los lectores,
tal vez para vivir
hasta el final de cada una
de sus vidas.
El autor lo negará,
dirá que todo es ficción
y la complicidad la guardarán su musa
y algún confidente.
No es bueno que el peso de una obra
se escape de la espalda de su creador
y se disipe hasta desaparecer.
Es cierto,
lo que se pierde
se vuelve nuestro
de formas inesperadas.
Pero nada quita
que muchas veces,
en la eterna soledad
de la reputación,
uno desee
no haber tenido motivos
para escribir.
Mañana se presentarán
nuevas oportunidades,
hoy hay réquiem
de nostalgias en papel.