Aves se despliegan en el aire
y las banderas flamean por última vez
en la leve corriente de aire,
antes de una nueva ráfaga.
En el suelo se dibuja una sombra,
pero no es una figura
son ciertos deseos que hemos perdido
y ya no encontraremos.
Está ese viaje que daría la oportunidad
de conocer algo diferentes
y así abrir nuevas puertas
y nuevos umbrales.
Ese beso que nadie dio
por tener ocupaciones prioritarias
y así sacrificar lo único
significativo en la vida.
Una verdad que no se dijo,
pero todos suponemos
y sigue allí
observando cómo envejecemos.
Hay arena y barro
en nuestras utopías
y se hacen cada vez
más inalcanzables
y su visión demasiado efímera.
Se pone el sol y ya no hay sombra
ni sufrimiento por ella.
Tampoco se escucha el canto de las aves
ni hay viento para nuestras banderas.