Tal vez no hayas existido nunca,
pero tu metáfora me parece
demasiado pertinente.
Tu medio milenio de vida
te obliga a autoconsumirte
hasta las cenizas
para reiniciar el ciclo.
Los árabes siempre te recuerdan
entre sus almohadones y alfombras,
pero tú no lo sabes.
Si estás en algún sitio,
seguramente me sobrevivirás
y tus lágrimas serán por otros.
Pero alguna de mis lágrimas
seguro dibujarán tu nombre
y entenderán tus sentimientos.
Pobre ave santa,
larga y casi eterna existencia
para descubrir antes de la llama final
que su mayor virtud
era el origen de su soledad.