Entonces todo era cierto
y solo hay lluvia en nuestro cielo,
sin paraguas ni resguardo
que nos proteja.
Todo termina con un último
suspiro de melancolía,
idéntico al efectuado tras comprobar
la existencia de los paraísos perdidos.
El mundo discurre en su curso natural
y es inalcanzable,
como siempre,
se escapa de nuestras manos.
Algo duele,
pero no hay
manifestación exterior
de ese dolor,
todo se queda dentro.
El equilibro entre el bien y el mal
se termina,
finaliza esa débil alianza
del status quo.
Entonces todo era cierto,
se aleja,
se va,
se fue.
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