Lo inverosímil del mito
no es el laberinto,
o el monstruo,
o la victoria humana,
es el hilo.
Porque todo el resto,
detalle más,
detalle menos,
son hechos cotidianos.
Todos nos aventuramos
alguna vez
en un laberinto.
Luchamos con algo
que nos superaba
y lo vencimos
contra toda probabilidad.
Pero la vida
no es como Ariadna,
no da una cuerda de oro
para volver.
Y por más arrojo
que uno tenga,
sin ayuda,
el laberinto es la bestia.