El pétalo se desprende del tallo
como la gota de la nube
o las esperanzas de los fracasos.
Pese a saber que no es eterna,
la Rosa anhela
los cálidos días
de su nacimiento.
Extraña el rocío matutino
que tanto la llenó
de vida y de gozo.
Piensa en algunos insectos
que conoció
y a los que llegó a querer.
Tal vez recuerde
a un oscuro poeta
que la inmortalizó
y luego la dejó morir.
Pero hoy fluctúa
y sabe bien
que no llegará al invierno.
Para las rocas
pasará inadvertida,
como una más
en un ciclo casi infinito.
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