Se desliza sobre ruedas
y solo soy un testigo lejano
de sus proezas,
un escriba que registra
lo que le cuentan.
Durante muchos años
busqué la solución al miedo
y descubrí que todo temor
es una respuesta.
Y que toda respuesta
tiene un terrible punto débil:
no soportará jamás
que le cambien la pregunta.
Quien conoce no dudará en abandonar
un ¿qué pasará si fracaso?
Por: ¿cuánto disfrutaré el triunfo?
También transformará
las incógnitas sobre maquillajes
por la vacilación ante pintarse
un lágrima en la mejilla derecha.
Ese prisma
será un ancla
en el que el pobre escriba
pueda apoyar sus futuros relatos.