La cadena, 
una vez más, 
se rompió 
y el velo cayó 
como un conjunto de hojas 
en otoño.
El misterio estaba 
resuelto sobre la mesa, 
ya tenía la necesidad 
de saciar mi curiosidad 
cubierta.
Mi penitencia, 
que me condena siempre, 
estaba cumplida 
y mi pena había sido purgada.
Nuevas tareas 
se alzan en el horizonte, 
el deseo siempre te arrastra 
a nuevos puertos 
con o sin viento.
Zheng He, pastor del mar, 
un día recibió la orden 
por parte del emperador 
de dejar de explorar el mundo.
¿Qué invisible mandatario 
en su plan me incluye 
para que me detenga?
El adiós no es más 
que un requisito 
de dejarse llevar 
por la corriente del tiempo.