En el alba vi la luz
y comprendí que al despertar
todavía masticaba un nombre
de mis sueños.
Intenté articularlo,
pero casi enseguida
algo dentro me frenó
y casi me prohibió decirlo.
Con el sabor a miel
todavía en los labios
entendí que las letras
no representaban a una persona,
sino a una idea.
Será tal vez un talismán
que me acompañe en las
oscuras noches
o en los días sin sol.
Una invocación secreta de poder,
mi poder,
como el nombre de un dios
o el elegido por Rómulo y Remo.