Es esquiva la suerte
para aquellos que no se preparan
y se enfrentan sin más al destino.
Pero el sabor a hierro en la boca,
o el sudor derramado en vano
muchas veces son el abono de un nuevo florecer.
Todos se quedan
con aquella caída
del veterano Napoleón
en Waterloo.
Pero nadie recuerda
al joven que huyó
de su Córcega natal
tras caer en Cerdeña.
¿Quién adivinaría
en ese corso sin hogar
al futuro emperador de Francia?
Que otros se queden con vivir de rodillas,
cuando entre la espada y la pared
siempre se puede elegir la espada.