Quizá sea una trampa de la que no pueda escapar, pero no puedo evitar seguir el camino de entrada.
He visto a otros recorrer el mismo sendero y lamentarme por sus predecibles finales.
Y hoy yo recorro esas piedras, casi arrastrando los pies, pero sin frenarme.
En algún punto fui Dédalo construyendo un laberinto imposible y sé que en algún momento seré Ícaro tan alto que mis alas se derretirán y caeré, pese a todo.
¿Qué o quién me estará esperando en el centro de mi laberinto?
Llevaré siempre alguno de mis amuletos, esos talismanes que no me dejan olvidar quién soy, aunque todo lo demás se pierda.