Uno de sus dedos en mi espaldame despertó de la contemplaciónabsorta del ventanal,la mirada al horizonte. Decidida,aunque casi susurrando,habló de capitular,de los finales,de esas historias que se terminan. Yo tenía los brazos cruzadosy la miré casi sin curiosidad,como un stretegos que sabeel resultado de la batalla. En retrospectiva,mi interés se centróen aquellos detallesque luego serían…