En el preludio de mi despertar
vislumbré un tótem bañado
de un líquido ámbar
rodeado de un manso arroyo.
Se floreaba como un tesoro
o un trofeo
casi inalcanzable,
tal vez inexistente.
Pero en esa fantasía
había una sensación
o un sentimiento
muy familiar.
La idea de desconocer
quién ganará,
pero estar seguro
que yo ya perdí.
Al abrirse,
mis ojos se reconfortaron
con la oscuridad total,
esa que tanto me gusta.