Tal vez algún historiador
sea bondadoso
y la considere
una victoria oculta,
un triunfo a largo plazo.
Pero hoy se ve
como el comienzo de un final
por años anunciado,
casi inevitable.
Ningún imperio
se desmorona en un día,
a veces lleva años
o incluso décadas.
Y esos trozos
darán vida a nuevos reinos,
a nuevas historias.
Sin embargo,
no puedo dejar de pensar
en el viejo emperador
que se sienta a ver el final.
Miro por la ventana
de mi cuartel de invierno
y no puedo dejar de pensar.