No tenía nada guardado, ni una sola carta bajo la manga, ninguna frase elocuente y sutilmente entrenada. El asalto me tomó desprevenido, pero con suficiente tiempo para replegarme detrás de la muralla y mirar desde una torre. El enemigo se alzaba imponente, pero no me buscaba a mí o a mis tropas, solo pasaba. El…