La vi trazar
círculos en el aire
como en un lienzo,
mientras exhibía
una parte de su alma.
Yo era un alma anónima
que de forma pasiva
se dejaba seducir
por un desempeño
perfeccionado y depurado.
No estaba solo,
cientos observaban
aunque todos veíamos
cosas distintas.
En mi soledad acompañada
entendí, no sin dolor,
que siempre iba a recordar su arte.
Como el que quedó ciego
recuerda el sol,
como el que perdió la audición
anhela la voz de su madre.
Desaparecí entre las sombras del final,
sabiendo que nada serviría
para poder expresar lo que sentí.