Me gustaría aprovechar 
toda el agua de lluvia, 
pero ya llené tantas clepsidras 
que temo vivir por siempre.
El cielo nublado siempre 
me recuerda a sus ojos, 
pero eso no significa nada, 
las flores me recuerdan a sus ojos, 
el sol, 
la tierra negra…
El suelo me ofrece tímido 
una silueta de laguna, 
un pequeño arroyo 
y la certeza 
de cimientos débiles.
¿Tendría que correr 
como ese perro 
que busca desesperado 
un refugio bajo un árbol frondoso?
No, 
seré siempre ese otro tipo de animal, 
el que acepta las derrotas 
y reflexiona sobre los fracasos.
Que otros cabalguen 
contra molinos de viento 
y cada tanto 
cacen alguna irrisoria victoria.
A mí, en cambio, 
la tormenta me regalará una cara limpia 
y un motivo para narrar esas victorias.