Tal vez porque los flechó
un breve enamoramiento,
o porque estaba en sus destinos
el tener que compartirse.
Ella le dio dos regalos,
uno un hilo de oro
capaz de ayudarlo
a escapar de su destino.
Él cumplió con su deber
militar y épico,
y pudo salir del laberinto.
Poco tiempo después,
tras una fuga triunfal,
la abandonó sin más reparo
en una isla lejana.
Hoy las sombras del mito
se vuelven inescrutables
después de milenios
y de bocas repetidoras.
Pero algo de todo ello
nos queda en la memoria,
porque el abandono y la traición
son historias cotidianas.
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