Fotografías caminantes

“Ayer la vi a Irene”,
soltó Christó
como quien no quiere
decir nada pero
libera un kraken.

El nombre me sonaba,
era un eco desde otra vida,
un recuerdo olvidado,
una de las mujeres que he amado.

Pero la que amaba el poeta,
la misma que también amó
(o ama) Christó.

Ella no existe,
es el arquetipo de La Rosa,
que puede ser
cualquiera de las rosas
según quién la busque.

“Ayer la vi a Irene”,
(estoy soñando),
las catapultas parecen anunciar
el final del sitio.

No soy el señor del castillo,
ni un caballero,
solo un soldado de pie
que ve la muerte a la cara.

“Ayer la vi a Irene”,
pero es mi voz la que me lo recuerda,
estoy parado frente a un muro
de varios cientos de metros de altura.

Llueve,
tal vez también lloro,
el camino es interminable
y el sueño me traslada
de situación en situación.

“Ayer…”,
un jardín se marchita
frente a mis ojos,
las aves caen del cielo.

“La vi…”,
pero tengo que correr
y no se termina la oración,
alguien grita que quiere mi cabeza.

“A…”,
al fin despierto,
las cuatro de la mañana,
ya no me quedan más
talismanes para olvidar.

¿La volveremos a ver?

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