En la penumbra Irene acechaba mis sueños, pero no logré despertarme para evitar su asedio. Yo vagaba por largos pasillos llenos de bifurcaciones,pero el entorno no me parecía inhóspito o desconocido. Mi cuerpo era tosco, incómodo, pesado, aunque lo peor era la cabeza, aún más tosca, más pesada. Jugaba a respirar despacio mientras caminaba, porque…