Cuenta una vieja historia,
que tal vez se haya perdido en la memoria,
que un rey gobernaba
un pueblo conflictivo.
Un día,
ese pueblo compungido,
decidió que no quería
tener más a su monarca.
Aunque resistió como pudo,
el gobernante entendió
que reino sin pueblo
es solo un anillo de oro.
La plebe,
sin embargo,
no se atrevió a ejecutar
un ungido por Dios.
Al estar el trono vacante,
un par de príncipes
y varios duques
se lo disputaron.
Tras sangrientas batallas,
un nuevo rey surgió
para dirigir a la multitud.
Pero al poco tiempo,
el nuevo monarca
mostró sus falencias
y con él no tuvieron
tanta piedad.
De esa manera,
pasaron varias personas
y ninguna pudo mantener
calmadas a las fieras.
Y en el corazón de todos los gobernados,
vivió por siempre el recuerdo
de aquel rey que despojaron
sin saber que era el mejor de todos.
¿Qué habrá sido de él?
¿Habrá encontrado
una nueva corona
para su cabeza?