Ante los adversarios

No sorprende
la intensa lucha
por el agua
en el desierto.
El final del día
es el comienzo del paraíso
para las sombras
que terminará al alba.
Personajes absurdos
de melodiosa armonía
circundan esos mundos.
Nos rodean las redes
de discursos sin sentido,
fortaleza de los desesperados.
Si alguien ha
de envidiarme algo,
no es resultado
de mi trabajo.
Mi tesoro,
todo mi orgullo,
es una ofrenda amorosa
medida en besos.
Ya morirán
en los ajenos
el deseo
y la esperanza.
Me envuelve el más antiguo,
pero no por eso menos efectivo,
de los fuegos conocidos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *