Caminar separados,
en una noche fría,
no era lo mejor
pero la temática lo exigía.
Algunas estrellas escapaban
al velo que ofrenda
vivir en una ciudad de luces,
con sus ruidos, con sus olores.
Los esfuerzos,
los sacrificios
a veces sirven para nada
y se hace inminente el final,
el fracaso,
la derrota.
Con el tiempo
uno sacará conclusiones,
determinará culpas,
formará rencores.
Pero en el momento
la situación suele requerir
un esfuerzo desmesurado de compostura,
de autocontrol.
Los motivos pueden variar:
alguien más la espera,
el amor se perdió,
las diferencias nunca se pudieron superar,
estadios diferentes de maduración,
rara vez importan.
Importan las cuchillas del clima,
alguna gota pasajera en un rostro,
la imposibilidad de frenar la catástrofe.
No es relevante el contexto,
los amigos,
alguna sombra pasajera de alguien del pasado,
las formalidades.
Importa tener a medio metro
alguien que dice que lo perfecto no existe
y que mañana desaparecerá.
En la despedida
siempre se dicen palabras sueltas,
con algún significado indescifrable,
hermético,
antes de la llegada del silencio.
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