Aquel que ha leído
sabe bien que
ninguna guerra
dura eternamente.
Emergió como un fantasma,
desde las sombras
y encaró sin vacilar
hacia donde me encontraba.
Las personas que me rodeaban
la observaban atónitos,
sin saber cómo reaccionar
ante tal situación.
Con una seña detuve
cualquier tipo de acción violenta
y deje que se acercara,
no estaba armada.
Me miró a los ojos,
se disculpó por todos
aquellos años de vacío enfrentamiento
y ofreció una alianza fraternal.
Lo analicé durante un momento,
fue mi turno de mirarla a los ojos
y en voz alta le dije
que no tenía nada en su contra.
El tiempo se había encargado
de remover todos esos
malos recuerdos de mi mente,
mas el conflicto no nos dejaba progresar.
Pero tampoco tengo nada a tu favor,
concluí ante su evidente decepción.
Así fue que,
luego de un fuerte apretón de manos,
nos despedimos para siempre.