Los días,
que discurren
como agua de río,
llegan a su final
sin nada relevante
para guardar.
Las ocupaciones
desbaratan las ideas
y los deseos que proyectamos
en el tiempo.
Entonces
sólo nos quedan esos momentos,
por la noche,
en vísperas del sueño,
cuando recordamos
aquellas flores
de nuestro pasado.
Un beso dulce
bajo la lluvia
que nos hizo sentir
únicos e insuperables.
La velada que anunciaba
un fracaso rotundo
y terminó en
absoluta victoria.
El último vestigio
de magia ancestral
que acompaña a cada persona.
Esa rosa
que cambiaste por un beso,
el día menos pensado
a la caída del sol.
¿En qué momento
tu vida se convirtió
en pretérito?
La respuesta
es muy sencilla
y es el día
que dejaste de vivirla.
La solución,
en cambio,
te traerá nuevos problemas
como todas las soluciones.
Pero las grandes hazañas
las han conseguido
aquellos que aun retrocediendo
avanzan.
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