Es muy probable, estoy casi seguro, que en el Árbol del Conocimiento no había ninguna serpiente, menos aún una manzana con el Conocimiento, o la Verdad. Lo que había era una prueba para demostrar la fidelidad a Dios (en la que fracasamos) respetando su prohibición. El conocimiento (en minúscula) es una herramienta que nos fue dada para sobrevivir sin defensas naturales, muestra irrefutable del amor paternal.

Por ende, las sombras de nuestro destino no son más que tibias proyecciones de aquel pasado desconocido para la mayoría. Cuya falta pagamos aún, con un precio muy alto. Muchos, seguramente, se auto convencen de inocencia. Sin embargo, como es el caso del escorpión, hay cosas que son propias de nuestras naturalezas. No es vano entonces el comentario o análisis que Borges hace con respecto a los hombres, todos los hombres son el hombre. Adán, ciertamente, es sólo una figura ilusoria, un espejo, donde todos podemos mirarnos.

Lo cruel no es el castigo en sí. Por el contrario, todo acto tiene su consecuente y karmática respuesta. Todo lo contrario, lo lamentable es que el paraíso hubiese existido, puesto que inevitablemente comparamos nuestro mundo de todos los días con aquel lugar perdido.

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