Todas las despedidas son iguales

El sol y la luna en el cielo; tus ojos en la inmensidad de tu rostro y no me miran, ya no lo hacen. Te alejas silbando y con las manos en los bolsillos. Mientras, yo sigo pensando que el final de todo está del otro lado de la puerta, o en esas palabras, o en el punto de la carta.

Te he escuchado hablar y tus verdades son espadas. No necesito traductores ni diccionarios para entender que el amor se ha acabado y que tu boca a mis besos se ha cerrado. Ahora todo parece tan lejano, tus sueños, esos que compartimos y tus risas.

Por alguna razón combatiré nuevas guerras ya perdidas, buscaré en el inhóspito desierto de mi mente las respuestas a esas preguntas que tú con tu voz ya respondiste. Bajaré a un lugar con reparo, para protegerme de la tormenta que son las críticas a mi persona.

Sólo me queda el presente, sentado en esta mesa tibia, mirando la puerta que vibra. Una hoja de papel en la mano y una pequeña gota sobre la mejilla. Me limpió rápido, no sea cosa que esa lágrima me lleve a recordarte.