Graciosa y cantarina melodía que un día escuche. Puede que desde antes la conociera y sonara en el ritmo de tu nombre, que se esconde todas las noches bajo mi almohada. Puede que el misterio de nuestra conducta se deba a un viejo adagio musical.
Se escapa más allá del do y el fa nuestra realidad, también, quizá del bien y el mal. Porque nuestras naturalezas difieren en demasía. Pero eso no significa nuestro distanciamiento, cual sufrimiento, al que fui condenado.
Es el piano que suena, el que marca el acompañamiento que no tengo. No hay palabras para este sentimiento. Dirá el tiempo cuál es el próximo tormento, mas ahora solo queda esperar, ver tu sombra volver a pasar.
Beethoven y el licor de limón