Vive el Hombre en todos los hombres. Vive en la memoria de todos los hombres una mujer. Pero no es la que los ama, sino aquella que no los amó. Es la oscura sombra del dolor lo que perdura. Cuando nuestros mayores nos engendran temen dos cosas: que muramos o que nos rompan el corazón. En el alma de todos los hombres hay una Lilith, que en algún momento de su historia dejó una marca que no podrá sanar ninguna Eva. Pero solo un consuelo nos queda, como dijo Twain: “dondequiera que ella estaba (Eva), allí era el Edén” y no hay dolores que opaquen la belleza del paraíso, por más fuertes que sean.

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