Cruel atino de mi destino, que con venturoso castigo, condena, irremediable, mi camino aún no recorrido. Solo me queda aquella tarde soleada, el cantar de las aves, el desierto inexpugnable de tu mirada. Son ventanas escurridizas, mentiras pasajeras, las que me consuelan. Es la imaginación la que te sostiene con vida en mi universo, pues ya has muerto para mí. Ahora puedo comprenderte, ahora entiendo tu proceder. Cruel la vaga erudición con la que cuento, traicionera, que me aparte de quienes quiero. Un mundo distinto me aguarda, un mundo irreal, donde todo es imposible. Ya no sé, ni quiero, medir el tiempo. Solo quiero, y eso lo sé, volver a ti.

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