“…todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio”.
J.L. Borges
Todas las horas te hieren, la última te mata. Pero no son sólo las horas y el tiempo, para nada. Está el aire y el sol, que te cocinan lentamente. Están aquellas enfermedades que vienen y se van, dejando marcas. Están esas mujeres que no te amaron y acortaron tu existir.
El tiempo se lleva la peor parte, la culpa total de algo que no le corresponde. Hay un lugar en el mundo donde seguramente quieras estar y el no poder te arrebata fuerzas. Existe un beso que nadie te dio y que como panacea absoluta te hubiera eximido del triste y dulce dolor de saberse mortal.
Es cierto, se lleva la peor parte, pero no es el responsable. En algún lado está Dios, cualquiera de ellos, y sus seguidores esperándote. Está el Destino que no puede ser torcido o es al menos lo que nos quieren hacer creer. Está esa flor que espera para ser tu última despedida. Hay una o dos personas que nacerán para ocupar tu lugar. Hay muchos microorganismos que desean tu agónico y desesperado final.
Mientras todo esto se prepara y especula con tu ser, vos te ocupas de cuestiones sin sentido que inexorablemente te llevan a satisfacer a tus detractores de vida. Crono no es el responsable, la culpa es nuestra. Siempre la culpa es de uno.