Todo un mundo entero
construido con palabras
se quebró una noche de invierno,
cuando descubrí que todo había terminado.
Dicen que
hasta no ver
el cadáver,
no se acepta
totalmente la perdida.
Qué lindo fue,
después de tanto tiempo,
ver mi muerto caminar
y entender que el fin
me saludaba con indiferencia.
Qué lindo y qué vacío
se sintió el entender
que ya no podría
reconstruir el pasado
con esperanzas o sin ellas.
Qué vacío el sentimiento
que se tiene al verse de nuevo
en la línea de partida.
Sin embargo,
qué lindo no tener
que cargar la misma cruz
más tiempo.
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