Para Anita
El cielo se derrumba
y no hay suelo que lo soporte.
Tu paraíso no contaba
con cimientos resistentes.
Te morías de amor
y yo miraba como un espectador
en la segunda o tercera fila,
sin poder hacer nada.
Con ese prólogo nos enfrentamos
la primera vez que hablamos,
quizá la única que realmente importa.
Sin música,
la vida sería un error,
te confesé citando
a un alemán que admiro,
antes de mostrarte
versiones de canciones
que me gustaban
y servían para apaciguar
las tormentas.
La mayoría de las veces
nada se puede hacer
contra la tempestad,
más que cubrirse
y cubrir a todos
los que podamos.
El orbe no nos sonrío ese día,
ni muchos después,
pero al menos no estábamos solos
y acompañado todo es un poco más tolerable.