Se escapó de uno de tus ojos,
que son como mundos perdidos,
paraísos perdidos,
hace tiempo.
La vi bajar sin peajes por tu mejilla,
pasar sin escándalo
por la comisura de tu boca
y caer al suelo.
Iluso de mí,
al pensar que allí
terminó su viaje.
Algún trapo viejo la limpió,
pero no para quitarle la vida,
sino para transportarla
a otro destino.
Por alguna cañería se mezcló
con desechos menos nobles
de nuestra humanidad.
Llegó al mar,
que es un infinito limitado,
para descansar
entre otras sales.
Pero el sol así no lo quiso,
y con sus rayos la evaporó.
La tormenta la depositó
en un campo lejano
alimento de plantas o animales.
Mañana quizá esté
en el plato de cualquiera
para luego ser llorada
una vez más.
Esperemos que esa vez
sea de felicidad,
así su existencia
estará justificada.