Me he dejado llevar
por las corrientes de la vida
y el destino al que estoy por arribar
no me desagrada.
Es cierto
que muchas veces
hay que bracear
para corregir un poco el rumbo.
Es cierto
que los rápidos
asustan.
Es cierto
que en sectores hay rocas filosas
capaces de rasgar la piel.
Pero al final de cuentas
y casi sin buscarlo
las costas traen
augurios de fortuna.
Me pregunto como tantos,
qué le pasará a mi bote
cuando llegue al mar.