A Christian, que entiende.
Si el tiempo
desgastó las metáforas
y la vida
se encargó de humillarlas.
Tal vez ya
no podamos decir
que durante una época
fuimos caballeros.
En la que no veíamos
la muerte esperando
en el horizonte.
Cuando sobre el yelmo
se podía apreciar
un cielo azul.
Esos momentos
en que el sol
era algo más
que una estrella lejana.
Todos tuvimos
en esos días
las mejores espadas,
ahora astilladas.
Nos pertenecía
el escudo infranqueable,
antes de perecer
frente de la lluvia de flechas
como lenguas de serpiente.
Y una coraza
que era nuestro
último refugio.
Ya sin guerras,
objetos de nuestro deseo,
se apaga con lentitud el mundo.
Preludio del suspiro
un par de preguntas me asechan:
¿Qué futuras armaduras
se oxidarán obsoletas?
¿Quién tendrá el gusto
de arder en ese infierno?