La belleza es algo cotidiano,
sentenció una mujer extraña
entre las flores de la primavera.
La miré como quien mira
algo que no conoce y teme,
pero con mucha curiosidad.
Sentí que regalarle una rosa,
tocarle una canción
o escribirle un poema
sería un esfuerzo fútil.
Pensé que nunca leería
los lunares de su cuello
como un mapa de estrellas.
Intuí que en un futuro
no muy lejano
ella sería algo menos
que un recuerdo.
Mientras mis sueños se derrumbaban,
se apoderó de mí cierta ansiedad
por husmear en sus fantasías.
Tal vez adivinando mis pensamientos,
soltó una pequeña risa
y mostró su alineada sonrisa.
Se apagan las luces por la noche
y todo queda sumergido
en la nostálgica oscuridad.