Se acercó con cierta cautela
y un brillo en los ojos
que hacía tiempo no veía.
Siempre me gustó
como le quedaba
ese perfume
y su fragancia
me envolvió en recuerdos
y en nostalgias.
Me observó,
de esa forma tan particular
que ella tiene
y me dijo que amarme
era como naufragar en el mar
y tener sed.
Cada trago de agua salada
demanda uno posterior más largo
y la vida se acaba despacio.
Besó mi mejilla,
vi un pequeño prisma
que se deslizaba
por el lado izquierdo de su rostro
y se marchó.
Pero antes de perderla de vista,
junté fuerzas y le grité
que de cualquier manera
estaba perdida en el mar.