Ella bebe 
el jugo de una naranja 
y en sus ojos no hay 
preocupación ni pesar.
Un gorro la protege, 
pero su cabello 
igual vuela libre 
en la leve briza otoñal.
Mi banco no está lejos
y sin embargo 
parece que entre nosotros 
hay un campo minado.
No solo nos aleja 
la previa ignorancia mutua, 
el no saber que el otro existía 
hasta descubrirnos.
Sino esas cadenas 
que nos impiden acercarnos 
a lo que no conocemos.
Imagino dos tipos de hombres: 
el que utiliza la espada 
y muere con valor 
o el que encuentra en el verso 
el mejor refugio de la espada.