Siempre me imaginé
un águila briosa
que surca los cielos
y traza líneas imaginarias.
Un ser que espera en lo alto
el momento de abalanzarse
sobre su presa desprevenida.
Pero también
el animal que contempla
más allá del paisaje
y aprecia el horizonte.
Y que al mirarlo
piensa en todas aquellas cosas
que no conoce
pero que sabe que existen.
Que al observar
la circunferencia de la tierra
comprende lo cíclico
y la continuidad.
Y se deja llevar por las ráfagas,
que lo rodean,
que lo sumergen,
que lo completan.
Tal vez por eso
dibujé líneas imaginarias
sobre tu hombro,
que se convirtieron
en un vago horizonte
cuando estabas de espalda.