A veces imagino
el suspiro relajado de Teseo,
con la espada ensangrentada
y a sus pies el cuerpo del Minotauro.
Tal vez temblaba,
tal vez lloró de alivio
o de alegría,
tal vez no sintió nada
y solo miró el hilo que lo liberaría.
Pero Teseo
estaba destinado
a ser héroe
ganara o perdiera.
Su derrota
y posterior muerte
encendería una mecha en Atenas
que terminaría en rebelión.
Todos llegamos
en algún momento al laberinto,
algunos entramos por curiosidad,
menos buscamos a la bestia.
Y es ahí cuando comienza el desafío,
cuando se pone todo delante
cuando se puede perder.
Pero aún así
entré, busqué, encontré
y enfrenté, desarmado,
como cualquier otro mortal a pie.